SOBREVIVIENTES DE LA GUERRA SUCIA

Columna semanal por el Profr. Oscar Loza Ochoa

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Regresarás a casa y, si alguien te pregunta,

nada responderás: sólo tus ojos

reflejarán la tempestad.

Alí Chumacero

̶ Tenemos número de registro como víctimas de la Guerra Sucia algunos de nosotros, otros no.  ̶ Dijeron los militantes de la Liga Comunista 23 de Septiembre que visitaron la CEDH.  ̶ Pero los apoyos prometidos por ley no han llegado a nadie. El reconocimiento del Estado hacia las víctimas de aquella guerra no declarada se dio durante el gobierno de Vicente Fox. Tres sexenios después, siguen en espera de la reparación del daño.  ̶ El promedio de edad de los veteranos activistas anda en los 70 años.  ̶ Sostuvieron los visitantes y quejosos.  ̶ Y los problemas de salud rondan a cada uno de nosotros, entre ellos las secuelas que dejaron los malos tratos y torturas durante la detención y el encarcelamiento.

Durante el relato de esos cansados quejosos, no pude evitar que mi pensamiento diera un salto a los años 50 y 60 del siglo XX. Conservo aún las imágenes de viejos revolucionarios de 1910-17 mendingando a esas alturas de su vida por una pensión o una parcela pequeña y orra, mientras la burocracia local y federal sólo les responde con un mohín lleno de desprecio. Algo similar les pasa ahora a estos agotados activistas cuyas enfermedades les amenazan a la par de la orfandad de apoyos (a través de la reparación del daño). Aquellos veteranos que se jugaron el pellejo por un México donde los pobres tuvieran otro trato y una vida más digna, sobrevivían inexplicablemente en una espantosa miseria y, no faltaban entre ellos, alguna pierna o brazo perdidos en aquellas batallas que se convirtieron en parte de nuestra historia.

Algunos de aquellos revolucionarios frecuentaban la casa de don Atanacio Loza Ulloa, mi abuelo, como don Jesús Imperial (que dinamitara el cuartel principal de Cosalá en 1913) o don Aparicio León, que militó en las fuerzas carrancistas de Sinaloa; otros más organizados hacían grupo con el sargento Primitivo Ochoa, mi tío abuelo y la coronela Clarita de la Rocha, gestionando un pedazo de tierra que nunca vieron sus ojos ni tocaron sus desesperanzadas manos. Ahora veo a Jaime Alvarado Aldrete, Roberto Martínez Huerta, Ismael Díaz Coutiño y muchos otros en una situación similar respecto a la atención que se les debe prestar. Es cierto que la mayoría del grupo vive en mejores condiciones que la desamparada Valentina Ramírez, esa que aún vemos en libros de historia y en las fotos que los museos de la Revolución de 1910-17 guardan como tesoros en espacios destacados, pero que padeció el abandono y las privaciones de una autoridad que se olvidó de quienes hicieron posible el cambio social. Pero esa diferencia, que no es radical, no debe ser consuelo alguno.

El día 18 de junio, el Colectivo Sinaloa presentó queja en contra de la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia; la Secretaría de Gobernación; la Comisión ejecutiva para la Atención a Víctimas del Delito y la Comisión Ejecutiva para la Atención a Víctimas de Sinaloa. Lo hizo por las faltas y omisiones señaladas arriba.

Para el mejor entendimiento de lo que fue la Guerra Sucia, el Colectivo Sinaloa, nos dice: “está definida oficialmente como la acción de represión política y militar llevada a cabo por el Estado mexicano en contra de movimientos de oposición política en el periodo 1965-1990.”

En la queja se expresa no solo la necesidad de justicia, sino la urgencia de atender las necesidades de los miembros del Colectivo, en los términos siguientes: “Hablamos de la falta de sensibilidad humana porque quienes están al mando de las instituciones encargadas de hacer realidad lo ofrecido; no están considerando la edad de las ´Víctimas de la Guerra Sucia´ que en promedio rebasamos los setenta años; tampoco están tomando en cuenta el estado de salud que en algunos de los casos es realmente crítico. Si no se agiliza el proceso se corre el riesgo de que no nos alcance la vida para ver los beneficios prometidos (subrayado nuestro).”

Piden la solidaridad de la CEDH y con mucha razón de su parte. Cómo negársela. Hemos documentado su caso y tocaremos las puertas de las instituciones mencionadas con el fin de que aceleren los trámites y los apoyos lleguen con la urgencia demandada por la salud y necesidades ya mencionadas. Y para que no haya duda alguna sobre los méritos que esa generación de luchadores sociales aportó en su tiempo a la gobernanza, a la paz y a la justicia en nuestro país, dejemos bien asentado que la Reforma Política de 1978 condensa lo que el sacrificio de esa generación nos legó: la Ley de Amnistía que permitió la libertad de los presos, el cese de la persecución de los perseguidos, el regreso de los exiliados y la presentación de un buen número de desparecidos, todos por motivos políticos.

La otra parte de la Reforma Política fue la Reforma Electoral: la gobernanza vivió tiempos inéditos. Y la tolerancia política y la construcción de un horizonte más esperanzador fue posible gracias a la oportunidad que nos dimos en 1978. ¿Qué tanto mérito hay en las luchas y activismo de esa generación aguerrida de los años 60 y 70 del siglo pasado? Hasta hoy no ha sido evaluado lo suficiente. Y será injusto que lo sigamos posponiendo. Ojalá llegue la imprescindible justicia para el Colectivo Sinaloa de Sobrevivientes de la Guerra Sucia. Vale.

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